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Leiter Rodríguez. |
Publicado: 23 de enero 2014
Al hablar de la memoria nos referimos a esa
función especial que posee el cerebro y, que permite al organismo codificar,
almacenar y recuperar la información del pasado. La memoria permite retener
experiencias y según el alcance temporal, se clasifica convencionalmente en
memoria a corto y largo plazo.
Se dice mucho que con la edad se va perdiendo
esta capacidad, pero no es del todo cierto. El envejecimiento puede que haga
que muchos procesos cognitivos se vayan deteriorando entre ellos algunos tipos
de memoria como la voluntaria o explicita. Sin embargo otros, como la retentiva
involuntaria o implícita, se mantengan en plena forma.
No podremos recordar todo, pero si la mayor
cantidad posible de la información recibida, recordamos mejor la información
codificada a través de imágenes, aunque también es importante la atención
prestada. Solemos recordar mejor aquellas cosas que nos motivan y nos resultan
más novedosas.
Es cierto que, si el cerebro funciona
adecuadamente tiene una gran capacidad, pero la memoria no es infinita. En ella
tenemos almacenada toda nuestra historia personal, las palabras de las lenguas
que conocemos, los aprendizajes adquiridos en el día a día, etc.
El silencio ayuda a la concentración, los
ruidos ambientales hacen que tengamos más dificultades para centrarnos en lo
que hacemos y para que nos resulte muy difícil codificar la información
recibida. Un ejemplo muy claro es el error que muchos cometemos en especial los
estudiantes, al tratar de estudiar las lecciones o al tratar de leer un buen
libro, acompañados de la televisión, música o de cualquier ruido constante.
Se conoce que la memoria es hereditaria, si
eres la persona afortunada, poseedora de una esplendida memoria, da gracias a
tus padres. La memoria o más bien su potencial, se hereda en parte, aunque
también influyen de forma determinante otros factores como el ambiente o la
calidad del trabajo para mejorarla.
Es falso relacionar la memoria con cambios en
la cantidad de Fósforo de algunas proteínas de nuestro cerebro, no parece que
tomando una mayor cantidad de Fósforo podamos modificar el contenido de esas
proteínas. De hecho, no existe ningún alimento que consiga que memoricemos más
y mejor las cosas.
La memoria al igual que muchas capacidades del
cuerpo humano se puede entrenar y mejorar con diversos métodos y técnicas, las
actividades novedosas que supongan un reto son las que más estimulan al cerebro
y sirven para entrenarla. Así que, ¡adiós rutina y letargo cerebral! Cualquier ejercicio que se realice con el
cerebro ayuda a mejorar la memoria, desde jugar ajedrez, pasando por la lectura
continua hasta resolver un crucigrama. El ordenador y las redes sociales se
pueden usar para reducir el declive de
la memoria en las personas de la tercera
edad.
Terminaremos diciendo que en lo que se refiere
a su capacidad, más útil que tener una memoria ilimitada es saber utilizarla.
Lo fundamental es aprender a seleccionar lo importante y a sintetizar para ser
una persona eficiente en el desarrollo de nuestra vida.